Fernando VII de España (1784-1833)

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Fernando VII de España
Rey de España
Fernando VII - Vicente López.jpg
Retrato de Fernando VII con uniforme de capitán general, por Vicente López Portaña (c. 1814-1815). Óleo sobre lienzo, 107,5 x 82,5 cm. Museo del Prado (Madrid).
Rey de España
19 de marzo de 1808-6 de mayo de 1808
Predecesor Carlos IV
Sucesor José I
11 de agosto de 1808[nota 1] u 11 de diciembre de 1813[nota 2] -29 de septiembre de 1833
Predecesor José I
Sucesor Isabel II
Información personal
Tratamiento Su Católica Majestad
Nacimiento 14 de octubre de 1784
Bandera de España San Lorenzo de El Escorial, España
Fallecimiento 29 de septiembre de 1833 (48 años)
Bandera de España Madrid, España
Entierro Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Familia
Casa real Casa de Borbón
Padre Carlos IV
Madre María Luisa de Parma
Consorte
Descendencia
Carrera militar
Conflictos Guerra de Independencia española (1808-1813)
Guerras de independencia hispanoamericanas (1808-1833)
Intervención francesa en España (1823)

Firma Firma de Fernando VII de España

Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg
Escudo de Fernando VII de España

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Fernando VII de España, llamado «el Deseado» o «el Rey Felón» (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784-Madrid, 29 de septiembre de 1833), fue rey de España entre marzo y mayo de 1808 y, tras la expulsión del «rey intruso» José I Bonaparte, nuevamente desde diciembre de 1813 hasta su muerte, exceptuando un breve intervalo en 1823, en que fue destituido por el Consejo de Regencia.

Hijo y sucesor de Carlos IV y de María Luisa de Parma, depuestos por obra de sus partidarios en el Motín de Aranjuez, pocos monarcas disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español. Obligado a abdicar en Bayona, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas juntas, el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz.

Con la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España (Tratado de Valençay). Sin embargo, el Deseado pronto se reveló como un soberano absolutista, y uno de los que menos satisfizo los deseos de sus súbditos, que lo consideraban sin escrúpulos, vengativo y traicionero. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó en buena medida a su propia supervivencia.

Entre 1814 y 1820 restauró el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz y persiguiendo a los liberales. Tras seis años de guerra, el país y la Hacienda estaban devastados, y los sucesivos gobiernos fernandinos no lograron restablecer la situación.

En 1820 un pronunciamiento militar dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823.

La última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los exaltados, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos absolutistas, que formaron partido en torno al infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría con la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos.

En palabras de un reciente biógrafo, Rafael Sánchez Mantero:

Si en algo se caracteriza la imagen que Fernando VII ha dejado a la posteridad es en el unánime juicio negativo que ha merecido a los historiadores de ayer y de hoy que han estudiado su reinado (...) Sin duda, ha sido el monarca que peor trato ha recibido por parte de la historiografía en toda la historia de España.[2]

Vida[editar]

Primeros años[editar]

Fernando VII como Príncipe de Asturias.

Fernando de Borbón vino al mundo en vida de su abuelo Carlos III. Fue el noveno de los catorce hijos que tuvieron el príncipe Carlos, futuro Carlos IV, y María Luisa de Parma. De sus trece hermanos, ocho murieron antes de 1800. Tras la subida al trono de su padre en 1788, Fernando fue reconocido como príncipe de Asturias por las Cortes en un acto celebrado en el Monasterio de San Jerónimo de Madrid el 23 de septiembre de 1789.[3]

Desde muy pronto, su formación fue encomendada al padre Felipe Scio, religioso de la Orden de San José de Calasanz, hombre modesto, culto e inteligente. Sin embargo, en 1795 es nombrado obispo de Segovia, y su puesto pasa a ser ocupado por el obispo de Orihuela, Francisco Javier Cabrera, que a su vez sería sustituido por el canónigo Juan Escóiquiz.[4] Influido por este, creció aborreciendo a su madre y al favorito Manuel Godoy.

Ya desde muy joven, Fernando había conspirado en contra de sus padres los reyes y de Godoy, alentado por su preceptor. En torno al joven príncipe de Asturias se había formado un núcleo opositor formado por miembros de la alta nobleza, heredero del antiguo partido aragonés, que perseguía la caída de Godoy.[5] Las negociaciones impulsadas por el embajador francés para que Fernando contrajera su segundo matrimonio con una dama Bonaparte coincidieron en 1807 con el empeoramiento de la salud de Carlos IV. El príncipe de Asturias quería asegurarse la sucesión y anular al valido. Godoy y el partido fernandino tuvieron su primer enfrentamiento.[6] Debido a una delación, el motín fue descubierto y Fernando juzgado en lo que se conoce como el proceso de El Escorial. El príncipe denunció a todos sus colaboradores y pidió perdón a sus padres. El tribunal absolvió a los otros acusados, pero el rey, injusta y torpemente a juicio de Alcalá Galiano, ordenó el destierro de todos ellos.[7]

Ocho escudos de Fernando VII acuñados en Bogotá en 1809. Ante la falta de un modelo para el busto del rey, las cecas recurrieron al de su padre (como en la imagen) o diseñaron otros imaginarios.

La primera llegada al trono y las Abdicaciones de Bayona[editar]

Poco después, en marzo de 1808, ante la presencia de tropas francesas en España (dudosamente respaldadas por el Tratado de Fontainebleau), la corte se trasladó a Aranjuez como parte de un plan de Godoy para trasladar a la familia real a América desde Andalucía si la intervención francesa así lo requiriese.[8] El día 17, el pueblo, instigado por los partidarios de Fernando, asaltó el palacio del Príncipe de la Paz. Aunque Carlos IV se las arregló para salvar la vida de su favorito, fue obligado a abdicar en favor de su hijo el día 19.[9] Estos hechos son los que se conocen como Motín de Aranjuez. Por primera vez en la historia de España, un rey era desplazado del trono por las maquinaciones de su propio hijo con la colaboración de una revuelta popular.[10]

Fernando volvió a la corte, donde fue aclamado por el pueblo de Madrid. Sin embargo, las tropas francesas al mando de Murat ya habían ocupado la capital el día anterior, 23 de marzo.

Los monarcas con Napoleón[editar]

El depuesto rey y su esposa se pusieron bajo la protección de Napoleón y fueron custodiados por las tropas de Murat quien, por su parte, albergaba esperanzas de ser encumbrado rey de España por el emperador. Sin embargo, sus planes eran otros. Envió a un colaborador de su máxima confianza, el general Savary, para que comunicase a Murat su decisión de otorgar el trono de España a uno de sus hermanos y para que llevase a Francia, poco a poco, a la familia real al completo y a Godoy. Fue Savary quien convenció a Fernando de la conveniencia de acudir al encuentro del emperador que viajaba de París a Madrid, a lo que el rey accedió con la esperanza de que Napoleón le reconociese y respaldase como rey de España.[11] En un principio, la entrevista debía celebrarse en Madrid, pero Napoleón, aduciendo asuntos imprevistos de gran urgencia, fue fijando lugares más al Norte, para acortar el tiempo de viaje desde Francia: la Granja de San Ildefonso, Burgos, San Sebastián... Finalmente, Fernando VII acudió a Bayona. El 20 de abril pasó la frontera. Aunque aún no lo sabía, acababa de caer prisionero: fue el inicio de un exilio que duraría seis años. Una prisión disimulada, en un palacio de cuyas inmediaciones no podía salir y con la promesa, siempre postergada, de recibir grandes cantidades de dinero. Carlos IV había abdicado en Fernando VII a cambio de la liberación de Godoy, y Napoleón le había invitado también a Bayona, con la excusa de conseguir que Fernando VII le permitiese volver a España y recuperar su fortuna, que le había incautado. Ante la perspectiva de reunirse con su favorito e interceder a su favor, los reyes padres solicitaron acudir también a dicha reunión. Escoltados por tropas francesas, llegaron a Bayona el 30 de abril. Dos días más tarde, en Madrid, el pueblo se levantaría en armas contra los franceses, dando lugar a los hechos del 2 de mayo de 1808, que marcan el comienzo de la Guerra de la Independencia Española.

Vista del puerto de Bayona desde el paseo de Boufflers. Claude Joseph Vernet, 1755.
Museo nacional de la Marina, París.

Entretanto, la situación en Bayona estaba adquiriendo tintes grotescos. Napoleón impidió la llegada de Godoy hasta que todo estuvo consumado, de forma que no pudiese aconsejar a la familia real española, que demostró ser sumamente torpe. A Fernando VII le dijo que la renuncia al trono de su padre, producida tras el motín de Aranjuez, era nula ya que se había hecho bajo coacción, por lo que le exigió que le devolviese su trono. Su propia madre, en su presencia, le había pedido a Napoleón que lo fusilase, por lo que le había hecho a Godoy a ella y a su esposo. Napoleón obligó a Carlos IV a cederle sus derechos al trono a cambio de asilo en Francia para él, su mujer y su favorito Godoy, así como una pensión de 30 millones de reales anuales. Como ya había abdicado anteriormente a favor de su hijo, consideró que no cedía nada. Cuando llegaron a Bayona las noticias del levantamiento de Madrid y de su represión, Napoleón y Carlos IV presionaron a Fernando para que reconociese a su padre como rey legítimo. A cambio recibiría un castillo y una pensión anual de cuatro millones de reales que nunca cobró en su totalidad. Aceptó el 6 de mayo de 1808[12] [13] ignorando que su padre ya había renunciado en favor del emperador. Finalmente, Napoleón otorgó los derechos a la corona de España a su hermano mayor, quien reinaría con el nombre de José I Bonaparte. Esta sucesión de traspasos de la corona española se conoce con el nombre de abdicaciones de Bayona.

No se trataba solo de un cambio dinástico. En una proclama a los españoles el 25 de mayo, Napoleón declaró que España se encontraba frente a un cambio de régimen con los beneficios de una Constitución sin necesidad de una revolución previa. A continuación, Napoleón convocó en Bayona una asamblea de notables españoles, la Junta española de Bayona. Aunque la asamblea fue un fracaso para Napoleón (sólo acudieron 75 de los 150 notables previstos), en nueve sesiones debatieron el proyecto preparado por éste y, con escasas rectificaciones, aprobaron en julio de 1808 la Constitución de Bayona, la primera de España.

Mientras tanto, Fernando VII vio cómo el emperador ni siquiera se molestaba en cumplir su acuerdo e internó al antiguo soberano, junto con su hermano Carlos María Isidro y su tío Antonio Pascual, en el castillo de Valençay, propiedad de Charles Maurice de Talleyrand, Príncipe de Benevento, antiguo obispo, entonces Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón, con el que tramó el golpe de Estado que lo llevó al poder. Allí los recibió el 10 de mayo. Valençay era una propiedad rústica junto a un pueblo de unos 2.000 habitantes, aislada en el centro de Francia, a unos 300 kilómetros de París. Fernando permanecería en Valençay hasta el final de la Guerra de la Independencia. Sin embargo, sus condiciones de cautiverio no fueron muy severas; el Rey y su hermano recibían clases de baile y música, salían a montar o a pescar y organizaban bailes y cenas. Disponían de una buena biblioteca, pero el infante don Antonio Pascual puso todos los impedimentos posibles para que no leyeran libros franceses que pudieran ejercer una mala influencia sobre sus jóvenes sobrinos.[14] A partir del 1 de septiembre de ese año, sin embargo, la marcha de Talleyrand y la negativa de Bonaparte a cumplir lo estipulado con respecto a sufragar sus gastos —400 000 francos anuales más las rentas del castillo de Navarra en la Alta Normandía—, hicieron que su tren de vida fuera cada vez más austero, reduciéndose la servidumbre al mínimo.[15]

Creyendo que nada se podía hacer frente al poderío de Francia, Fernando pretendió unir sus intereses a los de Bonaparte, y mantuvo una correspondencia servil con el corso, hasta el punto de que éste, en su destierro de Santa Elena, recordaba así la actuación del monarca español:

"No cesaba Fernando de pedirme una esposa de mi elección: me escribía espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía alguna victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y reconoció a José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano don Carlos para mandar los regimientos españoles que iban a Rusia, cosas todas que de ningún modo tenía precisión de hacer. En fin, me instó vivamente para que le dejase ir a mi Corte de París, y si yo no me presté a un espectáculo que hubiera llamado la atención de Europa, probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque la gravedad de las circunstancias me llamaba fuera del Imperio y mis frecuentes ausencias de la capital no me proporcionaban ocasión".

Su humillación servil le llegó al punto de organizar una fastuosa fiesta con brindis, banquete, concierto, iluminación especial y un solemne Te Deum con ocasión de la boda de Bonaparte con María Luisa de Austria en 1810. Cuando el corso reprodujo la correspondencia que le enviaba Fernando en Le Moniteur, para que todos, en especial los españoles, vieran su actuación, éste se apresuró a agradecer con desvergüenza a su Emperador que hubiese hecho público de tal modo el amor que le profesaba.

Sin embargo, la condición de prisionero de Napoleón creó en Fernando el mito del Deseado, víctima inocente de la tiranía napoleónica. El 11 de agosto, el Consejo de Castilla invalidó las abdicaciones de Bayona,[nota 1] y el 24 de agosto se proclamó rey in absentia a Fernando VII en Madrid.[16] Las Cortes de Cádiz, que redactaron y aprobaron la Constitución de 1812 no cuestionaron en ningún momento la persona del monarca y lo declararon como único y legítimo rey de la Nación española.

Siguiendo el ejemplo de las Cortes de Cádiz, se organizaron Juntas de Gobierno provisionales en la mayoría de las ciudades de los territorios en América, las cuales comenzaron por desconocer la autoridad napoleónica para, posteriormente, aprovechar la situación y declarar su independencia total del Imperio Español, dando inicio así a las Guerras de Independencia Hispanoamericana.

El regreso de El Deseado[editar]

En julio de 1812, el duque de Wellington, al frente de un ejército anglohispano y operando desde Portugal, derrotó a los franceses en Arapiles, expulsándolos de Andalucía y amenazando Madrid. Si bien los franceses contraatacaron, una nueva retirada de tropas francesas de España tras la catastrófica campaña de Rusia a comienzos de 1813 permitió a las tropas aliadas expulsar ya definitivamente a José Bonaparte de Madrid y derrotar a los franceses en Vitoria y San Marcial. José Bonaparte dejó el país, y Napoleón se aprestó a defender su frontera sur hasta poder negociar una salida.

Fernando, al ver que por fin la estrella de Bonaparte empezaba a declinar, se negó arrogantemente a tratar con el gobernante de Francia sin el consentimiento de la nación española y la Regencia. Pero temiendo que hubiera un brote revolucionario en España, se avino a negociar. Por el Tratado de Valençay de 11 de diciembre de 1813, Napoleón reconoció a Fernando VII como Rey, recuperando así su trono y todos los territorios y propiedades de la Corona y sus súbditos antes de 1808, tanto en territorio nacional como en el extranjero; a cambio se avenía a la paz con Francia, el desalojo de los británicos y su neutralidad en lo que quedaba de guerra.[17] También acordó el perdón de los partidarios de José I, los afrancesados.

Aunque el tratado no fue ratificado por la Regencia, Fernando VII fue liberado, se le concedió pasaporte el 7 de marzo de 1814, salió de Valençay el 14, viajó hacia Toulouse y Perpiñán, cruzó la frontera española y fue recibido en Figueras por el general Copons ocho días después, el 22 de marzo.[18] Respecto a la Constitución de 1812, el decreto de las Cortes de 2 de febrero de 1814 había establecido que "no se reconocerá por libre al Rey, ni por tanto se le prestará obediencia, hasta que en el seno del Congreso nacional preste el juramento prescrito en el artículo 173 de la Constitución". Fernando VII se negó a seguir el camino marcado por la Regencia, pasó por Gerona, Tarragona y Reus, se desvió a Zaragoza donde pasó la Semana Santa invitado por Palafox, fue a Teruel y entró en Valencia el 16 de abril.[19] Allí le esperaba el cardenal arzobispo de Toledo, Luis de Borbón, presidente de la Regencia y favorable a las reformas liberales de 1812, y una representación de las Cortes de Cádiz presidida por Bernardo Mozo de Rosales, encargado de entregar al rey un manifiesto firmado por 69 diputados absolutistas.[20] Era el llamado Manifiesto de los Persas, que propugnaba la supresión de la Cámara gaditana y justificaba la restauración del Antiguo Régimen. El 17 de abril, el general Elío, al mando del Segundo Ejército, puso sus tropas a disposición del rey y le invitó a recobrar sus derechos.[21] Fue el primer pronunciamiento de la historia de España.[22]

El 4 de mayo de 1814, Fernando VII promulgó un decreto, redactado por Juan Pérez Villamil y Miguel de Lardizábal,[21] que restablecía la monarquía absoluta y declaraba nula y sin efecto toda la obra de las Cortes de Cádiz:

[...] mi real ánimo es no solamente no jurar ni acceder a dicha Constitución, ni a decreto alguno de las Cortes [...] sino el de declarar aquella Constitución y aquellos decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de cualquiera clase y condición a cumplirlos ni guardarlos.

Modesto Lafuente (1869), Historia general de España, tomo XXVI, 2.ª ed. [23]

Tras reponerse de un ataque de gota, el rey salió el 5 de mayo desde Valencia hacia Madrid. Había nombrado capitán general de Castilla la Nueva a Francisco de Eguía,[24] absolutista acérrimo, quien se adelantó a la comitiva real y se encargó expeditivamente de organizar la represión en la capital, arrestar a los diputados doceañistas y despejar el panorama para la entrada triunfal del monarca.[25] Detenidos los miembros de la Regencia, los ministros y los partidarios de la soberanía nacional, el golpe de estado se consumó en la madrugada del 11 de mayo con la disolución de las Cortes exigida por Eguía y ejecutada sin oposición por su presidente Antonio Joaquín Pérez, uno de los firmantes del Manifiesto de los Persas.[21] [26]

El 13 de mayo, Fernando VII, que había permanecido en Aranjuez desde el día 10 a la espera de los acontecimientos, entró por fin en Madrid.[27]

Reinado[editar]

Monedas de oro de los periodos absolutista y constitucional de Fernando VII.
1815. La leyenda, en latín, afirma que Fernando VII es "rey de las Españas y las Indias" "por la Gracia de Dios" (Dei Gratia).
1815. La leyenda, en latín, afirma que Fernando VII es "rey de las Españas y las Indias" "por la Gracia de Dios" ( Dei Gratia).
1823 (Trienio Liberal). La leyenda, en castellano, proclama a Fernando VII "rey de las Españas" "por la Gracia de Dios y la Constitución".
1823 ( Trienio Liberal). La leyenda, en castellano, proclama a Fernando VII "rey de las Españas" "por la Gracia de Dios y la Constitución".
Busto oficial de Fernando VII, por F. Elías ( Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid).

Durante la primera etapa del reinado, entre los años 1814 y 1820, el rey restableció el absolutismo anterior al periodo constitucional. La tarea que aguardaba a Fernando era extremadamente compleja. Habría tenido que contar con unos ministros excepcionalmente capaces para poner orden en un país devastado por seis años de guerra, pero apenas contó con un par de estadistas de cierta talla. La inestabilidad del gobierno fue constante, y los fracasos a la hora de resolver adecuadamente los problemas determinaron los continuos cambios ministeriales.[28]

Fue un periodo de persecución de los liberales, los cuales, apoyados por parte del Ejército, la burguesía y organizaciones secretas como la masonería, intentaron sublevarse varias veces para restablecer la Constitución. Por otra parte, a pesar de que Fernando VII había prometido respetar a los afrancesados, nada más llegar procedió a desterrar a todos aquellos que habían ocupado cargos de cualquier tipo en la administración de José I.

Durante el período desaparecieron la prensa libre, las diputaciones y ayuntamientos constitucionales y se cerraron las Universidades. Se restableció la organización gremial y se devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia.

En enero de 1820 se produjo una sublevación entre las fuerzas expedicionarias acantonadas en la península que debían partir hacia América para reprimir la insurrección de las colonias españolas.[29] Aunque este pronunciamiento, encabezado por Rafael de Riego, no tuvo el éxito necesario, el gobierno tampoco fue capaz de sofocarlo y poco después, una sucesión de sublevaciones comenzó en Galicia y se extendió por toda España. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución en Madrid el 10 de marzo de 1820, con la histórica frase:

«Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional».

Comenzó así el Trienio Liberal o Constitucional.

Durante el Trienio, se propusieron medidas en contra del absolutismo y se suprimen la Inquisición y los señoríos. Sin embargo, aunque el rey aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba secretamente para restablecer el absolutismo (Regencia de Urgel; sublevación de la Guardia Real en julio de 1822, sofocada por la Milicia Urbana de Madrid). Finalmente, la intervención del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, bajo los auspicios de la Santa Alianza, restableció la monarquía absoluta en España (octubre de 1823). Se eliminaron todos los cambios del Trienio liberal; por ejemplo, se restablecieron los privilegios de los señoríos y mayorazgos, con la única excepción de la supresión de la Inquisición.

Se inició así su última época de reinado, la llamada Década Ominosa (1823-1833), en la que se produjo una durísima represión de los elementos liberales, acompañada del cierre de periódicos y universidades. La Real Cédula de 1 de agosto de 1824 prohibió «absolutamente» en España e Indias las sociedades de francmasones y otras cualesquiera secretas.[30] [31] Al mismo tiempo se registraron levantamientos absolutistas instigados por el clero y por los partidarios del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando, que se perfilaba como sucesor.

También se consumó la práctica desaparición del Imperio español. En un proceso paralelo al de la Península tras la invasión francesa, la mayor parte de los territorios americanos declararon su independencia y comenzaron un tortuoso camino hacia repúblicas liberales (Santo Domingo también declaró su independencia pero poco después fue ocupada por Haití). Sólo las islas caribeñas de Cuba y Puerto Rico, junto con las Filipinas, las Marianas (incluyendo Guam) y las Carolinas, en el Pacífico, permanecían bajo el dominio de España.

En 1829 una expedición partió desde Cuba con la intención de reconquistar México al mando del almirante Isidro Barradas. La empresa acabó finalmente derrotada por las tropas mexicanas.

Durante su reinado otorgó entre títulos de España y títulos de Indias: 123 títulos nobiliarios, de los cuales 22 fueron Grandes de España.

Sucesión de Fernando VII[editar]

El 31 de marzo de 1830 Fernando promulgó la Pragmática Sanción, aprobada el 30 de septiembre de 1789, bajo Carlos IV pero que no se había hecho efectiva por razones de política exterior. La Pragmática establecía que si el rey no tenía heredero varón, heredaría la hija mayor. Esto excluía, en la práctica, al infante Don Carlos María Isidro de la sucesión, por cuanto ya fuese niño o niña quien naciese sería el heredero directo del rey. De esta forma, su hija Isabel (la futura Isabel II), nacida poco después, se veía reconocida como heredera de la corona, con gran disgusto de los partidarios de don Carlos, el hermano del rey.

En 1832, hallándose el rey enfermo de gravedad en La Granja, cortesanos partidarios del infante consiguieron que Fernando VII firmara un Decreto derogando la Pragmática. Con la mejoría de salud del Rey, el Gobierno de Francisco Cea Bermúdez, la puso de nuevo en vigor. Tras ello, Don Carlos marchó a Portugal. Entre tanto, María Cristina, nombrada regente durante la grave enfermedad del rey (la heredera Isabel apenas tenía tres años en ese momento), inició un acercamiento hacia los liberales y concedió una amplia amnistía para los liberales exiliados, prefigurando el viraje político hacia el liberalismo que se produciría a la muerte del rey. Fernando murió en 1833 sin hijos varones, había tenido otra hija la infanta Luisa Fernanda. El infante don Carlos, junto a otros realistas que consideraban que el legítimo heredero era el hermano del rey y no su hija primogénita, se sublevaron y empezó la Primera Guerra Carlista. Con ello hizo su aparición el carlismo.

Matrimonios y descendencia[editar]

Fernando VII contrajo matrimonio en cuatro ocasiones:

Genealogía[editar]

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
16. Luis, Gran Delfín de Francia
 
 
 
 
 
 
 
8. Felipe V de España
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
17. María Ana de Baviera
 
 
 
 
 
 
 
4. Carlos III de España
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
18. Eduardo II Farnesio
 
 
 
 
 
 
 
9. Isabel de Farnesio
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
19. Dorotea Sofía del Palatinado-Neoburgo
 
 
 
 
 
 
 
2. Carlos IV de España
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
20. Augusto II de Polonia
 
 
 
 
 
 
 
10. Augusto III de Polonia
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
21. Cristiana Eberardina de Brandeburgo-Bayreuth
 
 
 
 
 
 
 
5. María Amalia de Sajonia
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
22. José I de Habsburgo
 
 
 
 
 
 
 
11. María Josefa de Austria
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23. Guillermina Amalia de Brunswick-Luneburgo
 
 
 
 
 
 
 
1. Fernando VII de España
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
24. Luis, Gran Delfín de Francia (=16)
 
 
 
 
 
 
 
12. Felipe V de España (=8)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
25. María Ana de Baviera (=17)
 
 
 
 
 
 
 
6. Felipe I de Parma
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26. Eduardo II Farnesio (=18)
 
 
 
 
 
 
 
13. Isabel de Parma (=9)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
27. Dorotea Sofía del Palatinado-Neoburgo (=19)
 
 
 
 
 
 
 
3. María Luisa de Parma
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
28. Luis de Francia
 
 
 
 
 
 
 
14. Luis XV de Francia
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
29. María Adelaida de Saboya
 
 
 
 
 
 
 
7. Luisa Isabel de Francia
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
30. Estanislao I Leszczynski
 
 
 
 
 
 
 
15. María Leszczynska
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
31. Catalina Opalinska
 
 
 
 
 
 

Personalidad de Fernando[editar]

No parece que el rey fuese agraciado físicamente. En los retratos de Fernando VII realizados por Goya y otros artistas -es lógico pensar que los artistas intentasen favorecer en lo posible a los retratados-[34] [35] se ve a un hombre más bien obeso, con un labio superior deprimido, maxilar inferior prognatado, frente prominente, nariz grande, carnosa y curvada, y ojos pequeños y estrábicos. Sus contemporáneos le asignaban una estatura "media", lo que para aquellos años significa unos 165 cm.[36] Sufría de gota, (se cree que comía demasiado, especialmente carnes rojas) y se dice que padecía además una hipertrofia genital, una malformación que dificultaba mucho el coito.[nota 3] La primera esposa del monarca, María Antonia de Nápoles dejó escrito cómo, sintiéndose engañada, estuvo a punto de desmayarse la primera vez que vio a Fernando VII, al comprobar con espanto que el "mozo" más bien feo del retrato, era en realidad poco menos que un adefesio.[39] Era además el rey un fumador de cigarros empedernido, lo que le hacía tener un aliento fétido.[40]

Más difícil resulta describir la psique del monarca y sus virtudes y defectos. Salvo los panegíricos descaradamente adulatorios,[41] la valoración generalizada de historiadores y cronistas de las cualidades del Deseado es muy desfavorable, si no claramente pésima. Estaba dotado de una inteligencia normal, no exenta de astucia y viveza, pero su carácter parece haber estado sometido a la cobardía, a la doblez, y a una suerte de egoísmo hedonista. Uno de sus críticos más implacables fue el diplomático e historiador marqués de Villaurrutia, quien afirma que desde pequeño, el rey mostró ser insensible al cariño de sus padres o cualquier otra persona, cruel y taimado; y como rey, y a pesar de "no haber habido nunca un monarca más deseado", fue cobarde, vengativo, despiadado, ingrato, desleal, mentiroso, mujeriego y cazurro... y en fin, desprovisto de cualquier aptitud para ser rey.[39]

Autores como Comellas o Marañón,[42] que han trabajado para comprender mejor el reinado de Fernando VII y ofrecer una visión ecuánime de su actuación y personalidad, no difieren mucho de las opiniones anteriores. Marañón dice del monarca que era "si no inteligente, pillo al menos". Comellas le define como una persona vulgar sin imaginación, "arrestos" ni ideas brillantes, y citando a testigos señala que todos los días despachaba con sus ministros, aunque ya bien entrada la tarde; para este autor sería una persona sencilla, apacible, bienhumorada y hogareña (a pesar de sus continuas infidelidades), capaz de conmoverse ante la necesidad de los más humildes y sensible a atrocidades como la tortura (una de sus primeras decisiones como rey fue la abolición del tormento), cualidades estas que ni eran suficientes para sustituir la necesidad que la nación tenía de un monarca muy distinto a Fernando. La virtud más reconocida aún por sus enemigos, era la sencillez y campechanía, aunque a menudo esta sencillez caía en lo meramente soez y chabacano.[43]

A pesar de las ocasionales muestras de generosidad con los más necesitados señaladas por Comellas -y que alimentaban el amor que el pueblo llano sentía por el Deseado-, y a pesar de la forma metódica con que despachaba con su gabinete, se le achaca una falta de interés por los asuntos de Estado, que prefería abandonar en sus ministros, y que supeditaba a su codicia o interés personal: Ángel Fernández de los Ríos señala que Fernando VII tenía antes de su muerte 500 millones de reales depositados en el Banco de Londres, al tiempo que la deuda nacional había aumentado durante su reinado en 1.745.850.666 reales.[44]

Dando por buenas las peores acusaciones, el psiquiatra e historiador Luis Mínguez Martín, reconoce en Fernando VII un "encanto superficial, labia y una actitud seductora y acomodaticia" que ocultaba una personalidad disocial, antisocial o psicopática, manifestada en "el desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y el engaño, la mentira y la manipulación, la falta de responsabilidad social y de sentimientos de culpa y los mecanismos proyectivos."[45]

Fernando era un hombre cultivado, amante de la música y el teatro, aficionado a la lectura y hábil guitarrista, y a pesar de todo lo dicho más arriba, el Deseado fue amado por el pueblo llano. Era muy sociable, le gustaban las fiestas, sus aficiones eran de lo más mundano y prefería rodearse de gente ordinaria y vulgar. Detestaba la caza (al contrario que su padre), y su mayor afición eran los toros: se hacía querer por la plebe.

Fernando VII y las artes y las ciencias[editar]

El rey Fernando VII tuvo la suerte de contar con buenos pintores y mantuvo el mecenazgo borbónico hacia artistas como Francisco de Goya, Vicente López Portaña o José Madrazo. Según Mesonero Romanos, aún "acudía en los últimos días de su existencia, trémulo y fatigoso, a la solemne repartición de premios de la Real Academia de San Fernando."

Apoyado por su segunda esposa, Isabel de Braganza, Fernando retomó la idea de José I de crear un Museo Real de Pinturas, y decidió convertir en tal el edificio que Juan de Villanueva había creado como Gabinete de Historia Natural. Gracias a su iniciativa y financiación personal nacía así el actual Museo del Prado, inaugurado en presencia del propio monarca y su tercera esposa el 19 de noviembre de 1819.

A pesar del supuesto deterioro de la ciencia española y de la fuga de científicos importantes durante su reinado, se deben a Fernando VII una serie de capitales iniciativas. En 1815 ordenó la restauración del Observatorio Astronómico, muy dañado durante la Francesada. También se reestructuró en aquel tiempo el Real Gabinete de Máquinas en el llamado Conservatorio de Artes.

Por otra parte, Fernando VII es el protagonista de algunas célebres novelas históricas, como Memoria secreta del hermano Leviatán (1988) de Juan Van-Halen y El rey felón (2009) de José Luis Corral.

Anecdotario[editar]

El monarca protagonizó numerosas anécdotas, algunas de las cuales han calado en el acervo popular español:

  • Según Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, cuando Napoleón se hubo escapado de la isla de Elba y regresado a Francia, el ayuda de cámara, nervioso, no acertaba a vestir a Fernando para la reunión del gabinete convocada para tratar el problema, y el rey dijo: «Vísteme despacio, que tengo prisa».
  • Mesonero Romanos cuenta que, en 1818, con motivo de su visita a la Exposición Pública de Industria Española, cuando los fabricantes de telas catalanes le mostraron su género pidiendo medidas proteccionistas, el rey exclamó "¡Bah! Todas estas son cosas de mujeres". Y se fue a dar un paseo por el Retiro.[46]
  • El rey era un gran aficionado al billar, y solía jugar con los miembros de su camarilla. Estos, deseosos de agradar al soberano, procuraban siempre fallar sus golpes y hacer que las bolas quedasen en inmejorable situación para que el monarca hiciese sucesivas carambolas. De ahí proviene la frase hecha "Así se las ponían a Fernando VII".


Predecesor:
Carlos de Borbón
Príncipe de Asturias
1789-1808
Sucesora:
Isabel de Borbón
Predecesor:
Carlos IV
Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg
Rey de España

1808 (19 de marzo-6 de mayo)
Sucesor:
José I
(No reconocido por las Cortes)
Predecesor:
José I
(No reconocido por las Cortes)
Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg
Rey de España

1808[nota 1] o 1813[nota 2] -1833
Sucesora:
Isabel II

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. a b c El 11 de agosto de 1808, el Consejo de Castilla declaró nulas las abdicaciones de Bayona, reconociendo a Fernando VII rey de nuevo, y formándose regencias en su nombre.[1]
  2. a b El 11 de diciembre de 1813 se firmó el Tratado de Valençay, por el que Napoleón reconocía como rey legítimo a Fernando VII.
  3. Al parecer, los médicos del rey diseñaron una especie de anillo acolchado, que puesto en el pene, impedía la introducción de toda su longitud.[37] Mérimée, en correspondencia privada, refiere a Stendhal cómo una mujer de confianza le relató la noche nupcial de Fernando con Amalia de Sajonia, y el terror de la reina ante un "miembro viril largo como un taco de billar, fino en su base como una barra de lacre, y ancho como un puño en su punta"[38]

Referencias[editar]

  1. Gazeta de Madrid de 19 de agosto, página 1041
  2. Sánchez Mantero, 2001, pp. 11-18.
  3. Acto de la jura del príncipe de Asturias, don Fernando, en la Colección de documentos inéditos para la historia de España, vol. XVII, págs. 67-95.
  4. Sánchez Mantero, 2001, p. 29.
  5. Las principales facciones políticas del reinado de Carlos III fueron el partido golilla, encabezado por el conde de Floridablanca y el partido aragonés del conde de Aranda. Centralistas y antiaristócratas los primeros, miembros de la nobleza en su mayoría los segundos, ambos grupos coincidieron bajo Carlos IV en su oposición a Godoy lo que, a su vez, fue el germen del partido fernandino. Vid. Sánchez Mantero, 2001, p. 43.
  6. Hocquellet, Richard (2008). Resistencia y revolución durante la guerra de la Independencia : del levantamiento patriótico a la soberanía nacional. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza. pp. 31 y ss. ISBN 978-84-7733-011-0. OCLC 494070951. Consultado el 24 de abril de 2012. 
  7. Sánchez Mantero, 2001, p. 54.
  8. Sánchez Mantero, 2001, p. 58.
  9. Gazeta de Madrid de 25 de marzo páginas 297 y 298
  10. Sánchez Mantero, 2001, p. 64.
  11. Sánchez Mantero, 2001, p. 70.
  12. «Decreto de Fernando VII dirigido a la Junta Suprema de Gobierno». Gazeta de Madrid (46): 458. 13 de mayo de 1808. Consultado el 30 de abril de 2012. 
  13. «Decreto de Fernando VII dirigido a la Junta Suprema de Gobierno». Gazeta de Madrid (46): 459. 13 de mayo de 1808. Consultado el 30 de abril de 2012. 
  14. Sánchez Mantero, 2001, p. 78.
  15. Sánchez Mantero, 2001, p. 79.
  16. Gazeta de Madrid de 6 de septiembre página 1119
  17. Así como al pago de una pensión anual de 30 millones de reales a sus padres y de 2 millones a María Luisa, su madre, cuando quedara viuda. Vid. Sánchez Mantero, 2001, p. 82.
  18. Sánchez Mantero, 2001, p. 116.
  19. Sánchez Mantero, 2001, p. 117.
  20. Sánchez Mantero, 2001, pp. 117-118. Explica este autor las discrepancias existentes en los historiadores respecto a este número. Para Pintos Vieites fueron 69 los diputados que asistieron a Valencia, mientras que Bayo afirma que 69 fueron los firmantes del manifiesto.
  21. a b c Cayuela Fernández, Gregorio; Gallego Palomares, José Ángel (2008). La guerra de la independencia : historia bélica, pueblo y nación en España (1808-1814). Salamanca: Universidad de Salamanca. pp. 510–511. ISBN 978-84-7800-334-1. OCLC 470561075. Consultado el 4 de mayo de 2012. 
  22. Payne, Stanley G. (1977). Ejército y sociedad en la España liberal (1808-1936). Madrid: Akal. pp. 14–15. ISBN 84-7339-215-9. OCLC 637325133. 
  23. Lafuente, Modesto (1869). Historia general de España XXVI (2.ª edición). Madrid. p. 494. Consultado el 4 de mayo de 2012. 
  24. Lafuente, op. cit., p. 105, dice que su apodo era Coletilla, por llevar su pelo recogido a la manera que se estilaba en tiempos de Carlos III. Payne, op. cit., p. 22, con el mismo fundamento, afirma que su mote era «cola de cerdo»
  25. Sánchez Mantero, 2001, pp. 121-122.
  26. Lafuente, Modesto (1869). Historia general de España XXVI (2.ª edición). Madrid. pp. 105–107. Consultado el 9 de mayo de 2012. 
  27. Peña González, José (2006). Historia política del constitucionalismo español. Madrid: Dykinson. p. 89. ISBN 978-84-9772-906-2. OCLC 212905232. Consultado el 9 de mayo de 2012. 
  28. Sánchez Mantero, 2001, p. 122.
  29. Sánchez Mantero, 2001, p. 139.
  30. Cronología antimasónica hasta 1962
  31. Luis Suárez Fernández, ed. (1981). Historia general de España y América. Del Antiguo al Nuevo Régimen: hasta la muerte de Fernando VII XII. José Luis Comellas García-Llera, coordinador. Madrid: Rialp. p. 500. ISBN 8432121096. OCLC 769279128. Consultado el 13 de marzo de 2012. 
  32. RAE. «Alferecía». Diccionario de la lengua española. Consultado el 18 de mayo de 2012. 
  33. Lafuente y Zamalloa, Modesto (1865). Historia General de España. XXVIII. Imprenta del Banco industrial y mercantil. pp. 97–98. Consultado el 18 de mayo de 2012. 
  34. Alba Pagán, Ester (2014). La actitud política de los pintores españoles. El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX): Intercambios artísticos y circulación de modelos. Vol 143. Casa de Velázquez. Luis Sazatornil Ruiz, Frédéric Jiméno. p. 423. ISBN 9788415636694. 
  35. Manuela Mena, catálogo de la exposición El retrato español del Greco a Picasso, p. 352.
  36. José Miguel Martínez-Carrión y Javier Puche-Gil. «La evolución de la estatura en Francia y en España, 1770-2000. Balance historiográfico y nuevas evidencias». Consultado el 21 de enero de 2015. 
  37. Zavala, José María (2013). La maldición de los Borbones: De la locura de Felipe V a la encrucijada de Felipe VI. Penguin Random House Grupo Editorial España. ISBN 9788401346675. 
  38. Mérimée (1898). Sept lettres de Mérimée a Stendhal. Rotterdam. p. 7 - 11. 
  39. a b Wenceslao Ramírez de Villaurrutia (1922). Fernando VII, rey constitucional: historia diplomática de España de 1820 a 1823. F. Beltrán. p. 20. 
  40. Quin, Michael J. (1840). Memorias históricas sobre Fernando VII. p. 295. 
  41. F. J. F. S. (1814). Fernando VII en Valeny: Heroismo de nuestro deseado Rey D. Fernando VII en la prisión de Francia. F. Guasp. 
  42. Vázquez Dodero, J. L. (14/11/1959). «Romanticismo y revolución». Blanco y Negro: 83. Consultado el 23 de enero de 2015. 
  43. Comellas, José Luis (1981). Del antiguo al nuevo régimen: hasta la muerte de Fernando VII, Volumen 12. Rialp. p. XXVII. ISBN 9788432121098. 
  44. Fernández de los Ríos, Ángel (1880). Estudio histórico de las luchas políticas en la España del siglo XIX. p. 188. 
  45. Mínguez Martín, Luis (2006). «Psicobiografía de Fernando VII». Informaciones Psiquiátricas. Número 185. Consultado el 23 de enero de 2015. 
  46. Sánchez Mantero, 2001, p. 31.

Bibliografía utilizada[editar]

Enlaces externos[editar]